Siempre pensé que jamás de los jamases llegaría ese momento con el que llevabas soñando meses. Había algo dentro de mí que decía "si", pero por otro lado algo me decía "no". Me recuerda a la típica escena de serie, donde al personaje le aparece un ángel y un diablo a cada lado a modo de Pepito Grillo, diciéndole que debe o no debe hacer. Así me encontraba yo.
Aún así, llegó un momento que no sabía que le estaba haciendo caso al ángel o al diablo, ya no sabía distinguir entre el bien y el mal. No sabía que era lo correcto y lo incorrecto.
Pero allí estaba yo. Cada paso que daba, las pulsaciones se aceleraban más. Era tu sueño, y no sabías como ibas a reaccionar.
Nervios. No sabes que hacer, como estas, te miras en el espejo cien veces, te colocas el pelo, te miras los ojos, los labios, el cuerpo entero. ¿Estoy bien? Bueno, no me queda otra.
Das el paso, nervios, está ahí...
Sobras las palabras en ese momento. No te crees nada, piensas que sigues en tu cama, y que estás soñando. Más bien, porque llegas a pensar ¿es un sueño?. Aún ahora, lo sigo preguntando.
...
Te quiero.
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